martes, 28 de febrero de 2012

El creador de los dioses



Relato: El creador de los Dioses
Comienza la gran aventura…
Nace el primer eslabón sapiens…
Comienza el universo humano… y…
sus grandezas y sus miserias         
J. Quintela.







El Creador de los Dioses- Capitulo I

Abbráan nació con un problema extraño; nadie lo notó hasta que dejó de gatear… hasta que se irguió sobre sus piernas y dio varios pasitos. Afortunadamente para él, fue, precisamente su madre, la primera que observó la falla…
Sajhra era la única hembra del clan que comenzaba a destacar resolutivamente; ella había desarrollado la práctica de utilizar ramitas de hierba untadas en resina para capturar termitas en cantidades aceptables, y también había descubierto la “imitación”: ella era la única del clan capaz de imitar a muchos animales y por eso se había ganado el respeto de todo el clan. El clan de Sajhra era un grupo muy reducido y aislado de “homo habilis” en pleno desarrollo evolutivo; en aquel momento, los hombres robaban la carroña a los buitres y las mujeres criaban la prole y guardaban los útiles en una cueva. Gracias a Sajhra las cosas comenzaron a mejorar en el clan, pues su habilidad para imitar a otros animales les proporcionaba muchas ventajas: Imitaba a un leopardo cuando los papiones se acercaban a la cueva y los hacía huir. En ocasiones, cuando las hienas capturaban algún animal pequeño, ella se subía a un árbol e imitaba a alguna cría de los animales cercanos, acaparando la atención del clan animal que, casi siempre, abandonaban momentáneamente la presa atraídos por lo que parecía una presa fácil y despistada; precisamente fue así como aprendió la habilidad de imitar… Pero eso le costó un hijo: Dos años atrás, la joven recogía bayas y dejó a su primer hijo en el suelo a los pies de un árbol; el niño comenzó a llorar y sucedió lo peor, un leopardo lo atrapó y se lo llevó. Desde ese momento aprendió como atraer a los depredadores y como asustar a otros animales.
El clan tribal constaba de ocho mujeres entre los veinte y treinta y dos años; cuatro niñas entre los cuatro y siete años; dos niños entre un año y cinco; y tres hombres entre los veinticinco y treinta y tres años. Provenían de grupos de homínidos recolectores-carroñeros que todavía no habían aprendido a cazar; adolecían de cualquier tipo de cultura social o espiritual: Abandonaban a los heridos y a los viejos; mataban a los niños que nacían con malformaciones o heridos e incluso practicaban el canibalismo con los cadáveres. Pero algo estaba cambiando en el clan… Porque algunos de ellos estaban cambiando. Sí, Sajhra y Mojshes (El homínido más fuerte del clan) mostraron desde su nacimiento una gran diferencia física con respecto a sus congéneres: Eran más altos y caminaban y corrían más erguidos; tenían el rostro más plano y, lo más interesante, era que hacían cosas que hasta entonces nadie había hecho. Efectivamente, cuando Sajhra y Mojshes llegaron a la pubertad se convirtieron en una pareja anormal, no permitían que otros homínidos se les acercasen con deseos de procrear; comenzaron a utilizar sonidos para nombrar las cosas y también a los miembros del clan; pero lo que hizo más importante a la pareja fue… que aprendieron a cazar juntos.
Sajhra oculta entre el denso follaje cercano a un asentamiento de babuinos, imitaba a un leopardo; en el acto, los babuinos emprendían una descontrolada carrera hacía los árboles cercanos dejando atrás algunas crías despistadas o animales viejos que, sin la vigilancia del grupo quedaban desprotegidos. A continuación, Mojshes y los otros dos homínidos caían sobre los rezagados clavándoles cañas de bambú astilladas… Habían creado el primer grupo de caza humano. El clan evolucionaba rápidamente. Gracias a la tecnología de la caza comían carne fresca; y también, gracias a sus armas de caza habían perdido parte de su pánico ancestral a las fieras y se comportaban como un grupo unido y fuerte: un grupo que se atrevía a beber agua fresca a plena luz del día. Todo se trastocó cuando Abráan, el segundo hijo de Sajhra y Mojshes, comenzó a caminar erguido… Abráan cojeaba. En la tribu, cuando algún bebé dejaba notar alguna deformación o falla motora, se convertía inmediatamente en objeto de deseo de los adultos; era ese un sentimiento común a todos los homínidos de la época; sin embargo, Sajhra y Mojshes también habían abandonado ese sentimiento ancestral. Los adultos del clan, pese a los intentos de Sajhra por ocultarlo, acabaron por darse cuenta que el niño cojeaba y comenzaron a tirarle piedras cada vez que lo tenían a tiro; debido a eso, y por primera vez en la historia del clan, un integrante atacó a toda la tribu para defender a su hijo cojo, en lugar de unirse a la matanza. Dos días después de comenzar el hostigamiento, la pareja abandonó el clan y la seguridad de la caverna… En plena noche, gruñendo como una pantera, Sajhra y su familia caminaron hacia el norte.

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