sábado, 14 de abril de 2012

El Creador de los Dioses/Capitulo II



El creador de los dioses/Capitulo II
(H.Erectus/Sapiens)
L
 a pareja no comprendía lo que les sucedía, pero perdían pelo por todo su cuerpo, y al niño le salían mechones rojos y amarillos; y lo más increíble de todo: ya no cojeaba, por el contrario, caminaba muy erguido…
Durante los más de tres años que tardaron en cruzar la zona semidesértica de la península arábiga hasta llegar al Mar de Galilea no se cruzaron con ningún otro grupo humano y aquello les preocupaba, pero al mismo tiempo les tranquilizaba; pues se sentían seguros en su soledad y habían estrechado lazos emotivos muy profundos. Sajhra estaba preñada, era la tercera vez desde que abandonaron el clan y las rocas de la sabana. Anteriormente había tenido una niña que falleció por insolación dos días después de nacer y luego un niño que corrió la misma suerte; pero ahora habían entrado en una zona donde abundaba el agua y habían muchos árboles con frutas y semillas que proporcionaban mucho alimento y esperanza de bienestar a la pareja.
Su nuevo hogar se situaba en la falda de un monte desde donde se divisaba gran parte del curso sinuoso del río que bajaba desde la cumbre y que pasaba torrencial a tan solo unos metros del asiento… Tenían agua clara y fresca y una parcela cercana, anegada, donde brotaban hierbas que daban granos que los alimentaban.
Veinte años después, la familia se convirtió en un clan numeroso. Sajhra tuvo seis hijos y siete hijas más que a su vez procrearon y tuvieron otros tantos; y algo sucedía en aquel clan, podría deberse a la alimentación y al bienestar, pues sus vidas se desarrollaban sin problemas, sin depredadores que los hostigasen a diario, solo en ocasiones aparecía un leopardo o un león solitarios y enclenques que no producían bajas; y además, Sajhra había desarrollado la agricultura y el clan plantaba arroz en tres bancales cercanos al río. El caso es que todos los miembros, inconscientemente, habían adoptado costumbres sociales inusuales para los homínidos de la época: la más importante fue el factor “conciencia”. Hasta ese momento, los homínidos podían matar a un semejante consciente o inconscientemente sin llegar a padecer un sentimiento de culpabilidad profundo; es más, el clan entero no le daba demasiada importancia al hecho y en la mayoría de los casos el aberrante acto se convertía en una fiesta caníbal con participación absoluta. En el clan de Sajhra las cosas estaban cambiando mucho, los jóvenes se emparejaban y se respetaban; habían creado un vocabulario muy complejo y completo (creado por Abráan) con el que nombraban al mundo a si mismos y a sus costumbres. Igualmente se estableció un sentimiento común contrario a cualquier manifestación violenta entre ellos; paradójicamente, se estaba conformando la primera sociedad entre seres humanos absoluta e utópica… Idílica.
Una generación después todos los componentes del clan se parecían a Abráan y eran pastores y agricultores. Eran más de cién y el era el mayor de todos ellos, acababa de cumplir treinta años, tenía una mujer de veinte, y su madre, Sajhra, moría ahogada a causa de un resbalón en el río. Aquel día, Abráan aprendió que el barro seco de sus manos se endurecía casi como una piedra. No obstante todo iba a cambiar de nuevo y para siempre; el cambio venía protagonizado por nubes muy oscuras que traían como compañeros vientos huracanados y gélidos. Dos meses después la tierra había desaparecido sobre un manto blanco de profunda nieve, y del clan solo quedaban vivos Abráan, su mujer, dos muchachas jóvenes y un niño de siete años… Todos se habían refugiado en una caverna. Y allí, al borde de la extinción, nacieron un niño y una niña: Ahdam y Ejhvá, (Sol y Luna) les llamaron y ambos eran diferentes al resto del clan… carecían de vello corporal y eran de piel rosa.

1 comentario: