El
Creador de los Dioses/Capítulo IV
(Recesión
y Leyenda)
Abráan había creado el primer ejército
de la historia y edificado el primer monumento dedicado a un Dios… Dedicado asimismo.
La
novedosa embriaguez de poder hizo mella en su espíritu, hasta el punto de
creerse que todo lo que el mismo había inventado, procedía de influencia divina;
así dispuso que cada seis ciclos lunares se sacrificaría un recién nacido, para
regalarle su sangre a la Luna (madre de todos), y, cada trece ciclos Lunares,
cuando el Sol se situase en el cielo más alto, se sacrificaría a una doncella virgen
y hermosa para deleitar al astro (padre de todos). La población acató con
fidelidad la abominable resolución; no obstante, su número pasaba de doscientos
individuos y seguía creciendo. Los cultivos habían adquirido un desarrollo
jamás visto y también habían desarrollado la ganadería, pues criaban ovejas y caballos;
y también habían adoptado perros que les ayudaban y protegían. Realmente, el
poblado de Abráan, era una isla tecnológica en medio de un planeta donde la
mayoría de los seres humanos todavía caminaban arqueados y no conocían el
fuego. El poblado contaba con pallozas de piedras y barro techadas con paja,
situadas en círculo a una construcción más sólida levantada con enormes losas
de piedra que subía a diez metros de altura (templo y hogar de Abráan)… Algo
así no volvería a verse hasta tres mil años después. Pasaron diez años más y Abráan
era un anciano que reinaba sobre un gran territorio. Un fértil valle (Mar
Negro) donde se asentaban seis poblaciones de más de cien individuos; tres de
aquellas poblaciones eran gobernadas por los lugartenientes guerreros; quienes
cazaban y esclavizaban a otros humanos más allá del valle, los cuales
representaban la mano de obra y servían para los sacrificios del templo. Los
otros tres poblados eran gobernados por Ahdam y Ejhvá; quienes habían elevado
el nivel cultural a una cota asombrosa… Ellos desarrollaron la cerámica;
idearon útiles con huesos con los que entrelazaban el cáñamo y la lana, creando
así telas y ropa de abrigo que nadie soñaba; gracias a la cerámica, fabricaron
marmitas donde cocían la carne y las verduras, y donde comenzaron a fundir oro
y a fabricar pulseras y collares… Por todo eso, eran admirados por la mayoría
y, por supuesto, envidiados por los lugartenientes, quienes pretendían
apropiarse y repartirse toda la herencia que el viejo “Rey-Dios” dejaría al
morir, sobretodo, desposarse con las hijas de Ahdam y Ejhvá que eran las
hembras más hermosas del mundo.
Abráan murió y, de inmediato, Goliath
asumió el poder y ordenó asesinar a Aquilión y a Eraclés , adquiriendo así toda
la autoridad militar, a continuación se proclamó “Rey-Dios” y expresó su deseo
de desposar a las cuatro hijas de Ahdam y Ejhvá. La noticia llegó a oídos de la
pareja, quienes se apresuraron para huir en la noche, pues sabían que Goliath
jamás respetaría sus vidas ni las de sus tres hijos. Amparados en la oscuridad
de la noche, Ahdam, Ejhvá; su familia y varias familias de allegados partieron
en dirección al Norte… Hacia las nieves eternas donde nadie se atrevería a
seguirles.
Nunca sabrían, que ellos serían el punto
de inicio de todas las civilizaciones posteriores… los que crearían las
leyendas donde hombres y dioses se mezclaban.
El siguiente movimiento tectónico rompió
por primera vez el muro natural y el mar entró a saco en el fértil valle, tres
días después volvió a cerrarse y, el lago que quedó, se secó al poco. El lugar
quedó liso y sin rastro alguno de asiento humano… Años después volvieron los
hombres y sus leyendas; historias antiguas que hablaban de paraísos perdidos y
dioses enojados; y también, muchos años después, el mar volvió a entrar en el
valle para no volver a salir. Pero la Leyenda quedó arraigada en los corazones
de todos los que huyeron y colonizaron el planeta… Historias antiguas que hablaban de paraísos perdidos y dioses
enojados a los que había que contentar, para así obtener su favor y regresar al
paraíso.
Fin
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